Spoiler!
El sábado (hace dos días) estuve en Miranda, aprovechando que iban allí mis primos de Granada. Aparte de la buena comida y mejor compañía de la que disfruté, volví a casa con una anécdota la mar de graciosa.
Para poneros en situación: Mi madre ha prohibido a mi novio entrar en casa. Teniendo en cuenta que él vive en otra Comunidad Autónoma y que ninguno de los dos estamos como para gastar el dinero en hoteles (y eso que aquí aún no se ha impuesto el euro de rigor catalán), nos vamos buscando la vida como podemos para estar juntos, tirando de casas de amigos, etc...
El caso es que se me ocurrió que podíamos irnos los dos a pasar unos días en Miranda, a casa de mi tía. Lo hablé con ella, le pareció bien, y todos contentos. Bueno, todos no. Porque mi madre, que se enteró precisamente el sábado, puso enseguida el grito en el cielo.
- Me parece fatal que os quedéis aquí! Que vaya Pablo a un hotel.
- Mamá, no estamos como para andar gastando, y si tú no nos dejas estar en casa, a otro sitio tendremos que ir.
- No me gusta que venga aquí. ¡No pensaréis dormir en la misma habitación!
(en realidad, decir que pensábamos dormir en la misma habitación era un eufemismo, pero claro, eso no se le dice a una madre).
- Sí, pero en la de las dos camas.
- No, no. En habitaciones separadas. Y que Pablo se traiga sus sábanas de casa. Y si no venís, mejor...
(¿desde cuando se lleva uno sus sábanas de casa al viajar? Ella nunca lo hace, y personalmente solo las he llevado en la maleta una vez, para ir a un campamento de verano donde especificaban que trajésemos sábanas).
En fin, se estuvo quejando durante bastante rato más, haciendo alusión incluso a mi difunta tía Aurora, que no habría querido que Pablo durmiese en su casa, porque ni siquiera le conocía. Por supuesto, estos comentarios no iban a cambiar nuestra intención de ir a Miranda, pero no dejaba de ser molesto.
En fin. ¿Y cuando viene la parte graciosa, diréis?
Pues el caso es que, mientras ella seguía en sus trece y aprovechando para meter algunas pullas de cuando en cuando, se me acercó Diego, el hijo de mis primos, que tiene 11 años. Y me dijo, muy decidido:
- Ya sé cómo conseguir que pueda venir Pablo.
Claro, no teniendo ni idea de por dónde iba a salir, le dije que adelante, con bastante curiosidad. Y el niño, todo decidido, aprovechando un momento en que mi madre había salido al balcón, le cerró la puerta desde dentro; de manera que ella no podía salir.
Cuando mi madre se dio por aludida, y pidió que le abriesen la puerta, le preguntó:
- ¿Va a venir Pablo?
- No.
- ¡Pues entonces no te abro!
Cada 2 minutos (aprox.), ella volvía a pedir que le dejara salir y la conversación se repetía invariablemente. A la tercera negativa, bajó la persiana. Y sospecho que mi madre se habría quedado allí horas, diciendo que no todo el rato, porque ella es bastante testaruda para estas cosas. Pero no dejó de ser gracioso ver esta nueva táctica de convencimiento. Al final, al cuarto de hora más o menos, me dio pena y la dejé salir, no sin felicitar a mi primito a escondidas por su ocurrencia.
Lo que no me hizo tanta gracia fue enterarme de que también se lo hace a su padre para que le deje hacer lo que él quiere ^^UUU
Jope con tu primo xDDD es listo el chavalín, pero tiene métodos un poco tiránicos jajaja. De todas maneras, chica, Santa Paciencia la que tienes que tener con tu madre. Otras, como yo, ya hubiésemos puesto el grito en el cielo y muchos más de propina...
ResponderEliminarHola Iriña,
ResponderEliminarya echaba de menos verte por aquí, cuando estás fuera se nota un montón, porque no comenta nadie =__= (miro muy mal al resto, por cierto, con la posible excepción de Jacobo, que me ha comentado bastantes veces y eso hay que reconocérselo). Si que es un poco tiránico, pero me hizo mucha gracia su método xDDD Paciencia, si señora!
Mil bikos!!